domingo, 23 de agosto de 2009

Influencias sobre el desarrollo

Quienes estudian el desarrollo están interesados en aquellos procesos del mismo que afectan a toda persona normal, aunque también desean conocer las diferencias individuales, tanto de las influencias sobre el desarrollo como de su resultado. Las personas se diferencias en el sexo, la estatura, el peso la estructura corporal; en factores constitucionales como el grado de salud y energía; en la inteligencia, las características de la personalidad y las reacciones emocionales. Los contextos de sus vidas y estilos de vida también difieren; los hogares, las comunidades y las sociedades en las que residen, las relaciones que sostienen, la clase de escuelas a las que asisten (o si no van a la escuela en absoluto), sus ocupaciones y cómo ocupan el tiempo libre.

Algunas diferencias básicas son obvias, como si una persona es de sexo masculino o femenino. Otras diferencias, como las variaciones en el talento y el temperamento, pueden ser sutiles. Todas estas diferencias y otras más, pueden ayudar a explicar por qué una persona resulta diferente de otra. Dado que el desarrollo es complejo y los factores que lo afectan no siempre pueden medirse en forma precisa, los científicos no pueden responder tal pregunta de manera absoluta. Sin embargo, han aprendido mucho sobre aquellos que las personas necesitan para desarrollarse normalmente, cómo reaccionan frente a las múltiples influencias externas e internas y cómo pueden cumplir mejor su potencial.

Herencia, entorno y maduración

Algunas influencias sobre el desarrollo se originan en la herencia. Otras provienen del entorno. Las diferencias individuales aumentan a medida que las personas se hacen mayores. Muchos cambios típicos del período de lactancia y la infancia temprana parecen estar ligados a la maduración del cuerpo y del cerebro; el desarrollo de una secuencia natural, genéticamente influenciada, de cambios físicos y patrones del comporta­miento, incluyendo la disposición para dominar nuevas habilidades como cami­nar y hablar. Cuando los niños se convierten en adolescentes y luego en adultos, las diferencias en las características innatas y las experiencias de la vida juegan un papel más importante.

Al intentar comprender las similitudes y diferencias en el desarrollo, necesitamos observar las características hereditarias que conceden a cada persona un inicio especial en la vida. También debemos considerar los múltiples factores ambientales que afectan a los individuos, especialmente los contextos principales como la familia, el vecindario, la condición socioeconómica, la etnicidad y la cultu­ra. Debemos observar las influencias que afectan a muchas o a la mayoría de perso­nas en cierta edad o en determinado momento de la historia, así como también aquellas que sólo afectan a algunos individuos. Finalmente, debemos observar cómo el ritmo puede incidir en el impacto de determinadas influencias.

Principales influencias contextuales (entorno)

Según nos lo recuerda el enfoque del desarrollo del ciclo vital de Baltes, los seres humanos son seres sociales. Desde nuestro origen mismo, nos desarrollamos den­tro de un contexto social e histórico. Para un niño, generalmente el contexto inme­diato es la familia; pero la familia a su vez es objeto de las amplias y continuamente variables influencias del vecindario, la comunidad y la sociedad. Comencemos con algunas definiciones básicas.

Familia

Familia puede significar algo diferente en distintos momentos y lugares. Sus atributos han cambiado considerablemente durante los últimos 150 años.

Históricamente, la familia nuclear, una unidad doméstica, económica y de parentesco compuesta por dos generaciones consistentes en los dos progenitores y sus hijos biológicos o adoptivos, fue la forma dominante en Estados Unidos y otras sociedades industriales de Occidente. Tradicionalmente, los padres y los hijos trabaja­ban hombro a hombro en la granja familiar. Las familias numerosas contaban con muchas manos para compartir el trabajo, al tiempo que las actividades y la educa­ción de los hijos giraban en torno a las prioridades de la producción agrícola. Para mediados del siglo la mayoría de familias estadounidenses habían abandonado las granjas. La mayoría de los niños crecían en las ciudades, tenían uno, o dos herma­nos y pasaban gran parte de su tiempo en la escuela. Los adultos recibieron mejor educación que las generaciones previas y los hombres pasaban buena parte del día en su trabajo (Hernández, 1997).

Durante los últimos cincuenta años, el cambio se ha acelerado. Hoy día es probable que ambos padres trabajen fuera del hogar. Es probable que un niño reciba un cuidado considerable por parte de familiares u otras personas. Si una pareja está divorciada, sus hijos pueden vivir con uno u otro progenitor e ir y venir entre sus hogares. El hogar puede incluir un padrastro o madrastra, hermanastros o a la persona que convive con el progenitor. Existe un número creciente de adultos solteros y sin hijos, padres solteros y parejas homosexuales (Hernández, 1977).
En muchas sociedades como las asiáticas y latinoamericanas así como los grupos minoritarios en Estados Unidos, la familia extensa ‑una red de parentesco multigeneracional compuesto por abuelos, tías, tíos, primos y parientes más distantes‑ constituye el patrón básico de organización social y muchas o la mayoría de personas viven en hogares de familias extensas". Sin embargo, ese patrón se está extinguiendo en los países en desarrollo debido a la industrialización y a la migración a los centros urbanos (N. M. Brown, 1990; Gorman, 1993).

Condición socioeconómica y vecindario

La condición socioeconómica (CSE) combina varios factores relacionados, incluyendo el ingreso, la educación y la ocupación. A lo largo de este libro, describiremos numerosos estudios que relacionan la CSE con los procesos del desarrollo (como la interacción verbal de las madres con los hijos) y los resultados del mismo (como la salud y el desempeño cognitivo, por ejemplo; véase tabla 2). Generalmente no es la CSE la que afecta estos resultados, sino los factores asociados a ella, como la clase de hogar y vecindario en los que residen las personas y la calidad de la atención médica, la educación y otras oportunidades disponibles para ellas. Los niños pobres, por ejemplo, tienen mayores probabilidades que otros niños de presentar problemas emocionales y del comportamiento y su potencial cognitivo y su desempeño escolar se encuentran aun más afectados (Brooks‑Gunn, Britt sin publicar; Brooks‑Gunn y Duncan, 1997; Duncan y Brooks‑GUM 199, 1998).

Pero el daño producido, por la pobreza puede ser indirecto, a través de su impacto sobre el estado emocional de los padres y las prácticas paternas y sobre el entorno hogareño creado por ellos.

La CSE limita las opciones de las personas respecto al sitio dónde vivir. Recientemente los investigadores han comenzado a estudiar cómo la composición del vecin­dario afecta el modo de ser de los niños. Hasta ahora, los factores más influyentes parecen ser el ingreso promedio del vecindario y el capital humano, la presencia de adultos educados y empleados que pueden construir la base económica de la comunidad y ofrecer modelos que un niño espere alcanzar (Brooks‑Gunn et al, 1997; Leventhal y Brooks‑Gunn, sin publicar). Las amenazas al bienestar de los niños se multiplican si, como sucede a menudo, coexisten varios factores de riesgo, es decir, condiciones que aumentan la probabilidad de un resultado negativo. Vivir en un vecindario pobre con grandes números de personas desempleadas y que reciben auxilios de la beneficencia disminuye la probabilidad de que exista un respaldo so­cial efectivo (Black y Kirshnakumar, 1998). El porcentaje de niños que viven en tales vecindarios pasó de 3% en 1970 a 17% en 1990 (Annie E. Casey Foundation, 1997).

Cultura y origen étnico

La cultura se refiere al estilo de vida de una sociedad o grupo, incluyendo costumbres, tradiciones, creencias, valores, lenguaje y productos físicos desde las herramientas hasta las artesanías, todo el comportamiento aprendido que pasa de los padres a los hijos. La cultura no es estática; cambia constantemente, a menudo mediante el contacto con otras culturas.

Algunas culturas tienen variaciones o subculturas asociadas con ciertos grupos, generalmente grupos étnicos, dentro de una sociedad. Un grupo étnico está compue­sto por personas unidas por el ancestro, la raza, la religión, el idioma y / o la nación de origen, los cuales contribuyen a un sentimiento de identidad compartida y actitudes, creencias y valores comunes. La mayoría de grupos étnicos tienen sus raíces en un país de origen, donde ellos o sus antepasados tuvieron una misma cultura, la cual continúa influyendo sobre su forma de vida.

Estados Unidos ha sido siempre una nación de inmigrantes y grupos étnicos. "La mayoría" de los descendientes de europeos en realidad está constituida por numerosos grupos étnicos diferentes, como alemanes, belgas, irlandeses, franceses, italianos, etc. También existe diversidad dentro de las comunidades hispana (o latina) y afroamericana, los principales grupos minoritarios. Los cubanos, puertorriqueño­s y méxico‑americanos ‑todos hispanoamericanos‑ tienen diferentes historias y culturas y distinta condición socioeconómica. Del mismo modo, los afroamericanos rurales del sur difieren de aquellos de origen caribeño. Los asiático‑americanos provienen también de diversos países con distintas culturas que incluyen desde el moderno e industrializado Japón hasta la China comunista y las remotas montañas de Nepal, donde muchas personas aún practican su antigua forma de vida. Si los niveles actuales de inmigración continúan, se proyecta que para el año 2030 las actualmente denominadas minorías totalicen la mitad de la población y para el año 2050 una proporción mucho mayor (Hernández, 1997). Además, el matrimonio entre miembros de los grupos étnicos está dando lugar a un creciente número de niños de origen étnico mixto (Phinney y Alipuria, 1998).

En grandes sociedades multiétnicas como la estadounidense, los grupos inmigrantes o minoritarios se adaptan a la cultura mayoritaria o se aculturan a ella aprendiendo el idioma y las costumbres necesarias para acomodarse en la cultura dominante al tiempo que intentan preservar algunas de sus propias prácticas y valores culturales. (Aculturación no es lo mismo que asimilación cultural, en la cual la minoría sencillamente adopta las maneras de la mayoría.) Con frecuencia, las personas viven en vecindarios con otros miembros de su propio grupo étnico, fortaleciendo patrones culturales compartidos. Estos patrones culturales pueden influenciar la composición del hogar, sus recursos económicos y sociales, la manera como sus miem­bros actúan entre sí, los alimentos que consumen, los juegos de sus hijos, el modo como aprenden y su desempeño escolar.

Los diferentes grupos étnicos tienen distintas estrategias de adaptación que en la supervivencia y el bienestar del grupo y rigen la crianza de los niños. Las familias estadounidenses de origen africano, hispano, indígena y del pacífico sur enfatizan los valores grupales (como la lealtad) más que los individuales (autonomía, competencia y confianza en sí mismo) destacados por las culturas occidentales. Los niños de estas familias minoritarias son animados a cooperar entre sí y a depender unos de otros. Debido a la necesidad económica, los papeles sociales tienden a ser flexibles, los adultos a menudo comparten el sostenimiento familiar y los niños asumen la responsabilidad de cuidar de sus hermanos menores. La familia extensa ofrece firmes sistemas de apoyo y lazos en comparación con las familias blancas, es más probable que estas personas vivan en hogares de familias extensas, donde diariamente tienen contacto con sus parientes y que los niños en edad escolar incluyan a la familia extensa en su círculo interno de apoyo (Harrison, Wilson, Pine, Chan y Buriel, 1990; Levitt, Guac Levitt, 1993).

Al hacer referencia a las influencias de la etnicidad y la cultura, especialmente sobre los miembros de los grupos minoritarios, es importante diferenciar los efectos de los rasgos biológicos compartidos, de la condición socioeconómica (que pueden ser resultado de los prejuicios o la falta de oportunidades educativas y laborales) y de las actitudes culturales que ayudan a dar forma al desarrollo. El prejuicio y la discriminación que limitan la oportunidad de muchos afroamericanos y otras minorías intensifican los lazos de apoyo mutuo entre familias y comunidades. Cuando los afroamericanos ingresan a la clase media, tienden a conservar sus patrones étnicos y culturales distintivos, junto con los lazos compartidos con otros afroamericanos que tienen menor éxito económico. Así, el comportamiento y las actitudes de los afroamericanos de clase media pueden diferir sustancialmente de aquellos de los estadounidenses blancos de clase media. La diferencia la establece el tiempo que una familia ha pertenecido a esta clase. Es probable que los afroamericanos que crecieron pobres y trabajaron para llegar a la clase media se sientan y actúen en forma diferente de los afroamericanos cuyas familias has pertenecido a esta clase durante cuatro generaciones. Esto también es válido para los méxico‑americanos y puertorriqueños americanos (Banks, 1998).

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