lunes, 18 de octubre de 2010

Teodoro Roosevelt

Teodoro Roosevelt (1858 1919), vigésimo sexto presidente de Estados Unidos, fue un vigoroso hombre que disfrutó la vida al aire libre. De pequeño demostró un profundo interés por la naturaleza y deseó ser zoólogo. Llenó cuadernos enteros con sus observaciones y durante un viaje familiar a Europa a la edad de 10 años, visitó cuanto museo de historia natural pudo hallar. Él había comenzado previamente su propio museo y conser¬vaba los especímenes en su cuarto, hasta que una criada encontró una colección de ratones muertos en un cajón de su cómoda.

Insaciable lector, le encantaban las historias de aventuras. Siendo adulto vivió sus propias hazañas. Antes de convertirse en presidente, permaneció durante dos años en una granja en Dakota del Norte donde organizó y dirigió un regimiento de caballería, los Rough Riders de Roosevelt. Tras dejar la Casa Blanca, condujo una excursión de caza mayor en África oriental, en la cual fueron atrapados 296 animales, y una expedición exploratoria en Sudamérica que tuvo como resultado el descubrimiento de un afluente del río Madeira. Escribió varios libros sobre estas experiencias, uno de los cuales tuvo por titulo The Strenuous Life (1900).

No obstante, mientras residía en Manhattan cuando niño, "Teedie", como era llamado entonces, era débil y enfermizo, víctima del asma. Él, sus dos hermanas y su her¬mano pasaban los veranos en el campo, corriendo descalzos, nadando, remando, escalando, recogiendo manzanas, cazando ranas y montando un pony. Sin embargo, pese a todo este sano ejercicio, él "continuó presentando sus jadeos en las noches, sus días de debilitada resistencia, sus enflaquecidas piernas, su pálido rostro y sus molestias digesti-vas" (Putnam, 1958, p. 33). La mayor parte del tiempo estaba demasiado enfermo para asistir al colegio, así que recibió clases particulares en su hogar.

Cuando Teedie tenía 10 u 11 años, su padre un hombre corpulento y vigoroso, quien provenía de firme linaje holandés le dijo que debía mejorar su estado físico. "Tienes la cabeza pero no el cuerpo", manifestó, "y sin la ayuda de éste la mente no puede llegar tan lejos como debiera" (Pringle, 193 1, p. 17).

Una gran habitación de la segunda planta de la empedrada casa familiar fue convertida en gimnasio. Allí el muchacho practicó incansablemente con un saco de boxeo, pesas y barras horizontales. Poste¬riormente, un ataque de asma hizo que su familia lo enviara al lago Moosehead. Mientras estaba en camino, dos muchachos que viajaban en la diligencia se burlaron de él sin compasión y se percató de que era demasiado débil para pelear con ellos. Humillado, decidió mejorar su salud y fuerza e inmediatamente empezó clases de boxeo. A medida que su estatura y la anchura de su pecho aumentaban, mejoraba la confianza en sí mismo.

El asma no habla sido su único problema. A los 13 años, cuando comenzó a aprender a disparar, descubrió que era miope. Inicialmente notó que sus compañeros apuntaban hacia blancos que, él no podía, ver. Un día le leyeron en voz alta el anuncio de un cartel distante. Aunque estaba escrito en letras enormes, él no podía descifrarlas. Ahora comprendía por qué, durante su niñez había estado en desventaja al estudiar la naturaleza: "Las únicas cosas que podía estudiar eran aquellas que arrollaba o con las cuales tropezaba" (Roosevelt, 1929, p. 17)

Colocarse el primer par de lentes cambió la visión que Roosevelt tenía de la vida y “le reveló un mundo completamente desconocido" para él. "Yo había sido un niño torpe e incompetente" escribió en su autobiografía, "y... gran parte de ello se debía al hecho de que no podía ver y, lo que es peor, ignoraba que no veía". El recuerdo de su discapacidad infantil no diagnosticada originó en él una "profunda compasión" colmada de esfuerzos por "eliminar las causas físicas de la insuficiencia en los niños, quienes en ocasiones son injustamente tildados de obstinados, carentes de ambiciones o mentalmente estúpidos" (Roosevelt, 1929, p. 18).

Como admitió el padre de Teodoro Roosevelt, un cuerpo y una mente fuertes son claves para un desarrollo positivo. Y según descubrió Roosevelt mismo, la capacidad física tiene consecuencias cognitivas y psicosociales.

Pese a los frecuentes resfriados e irritaciones de garganta, la niñez intermedia es una época sana para la mayoría de los niños; pero muchos de ellos, igual que Teodoro Roosevelt, no se encuentran tan saludables o en condiciones físicas tan adecuadas como debieran. Aunque las capacidades motoras aumentan menos drásticamente en la niñez intermedia que antes, estos años constituyen un período importante para el desarrollo de la fuerza, el vigor, la resistencia y la competencia motriz necesarios para los deportes activos.

El crecimiento normal depende de una adecuada nutrición y salud.

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